Manolo Valdés: “Me resulta difícil aceptar un arte que tiene que estar apoyado por explicaciones”

El pintor y escultor valenciano Manolo Valdés sigue en plena forma. Lo entrevistamos justo antes de presentar sus icónicas obras en una feria de arte y diseño en Nueva York, la ciudad donde reside.
Manolo Valds el día de la inauguración de su exposición en la Opera Gallery de Nueva York nbspel 20 de mayo de 2021.
Manolo Valdés el día de la inauguración de su exposición en la Opera Gallery de Nueva York,  el 20 de mayo de 2021.Noam Galai

Manolo Valdés (Valencia, 79 años) es para muchos uno de nuestros clásicos vivos. Del 11 al 15 de noviembre presenta trabajos recientes dentro de la feria Salon Art + Design de Nueva York, de la mano de la Opera Gallery. Se trata de esculturas y grandes formatos muy reconocibles de su producción, en las que una vez más homenajea (o, como él dice, “comenta”) a Matisse: “Serán algunas cabezas que lo toman como pretexto, pero trayéndolas a mi manera de hacer. Es un repaso de la historia del arte, mi proyecto de siempre”.

Manolo Valdés el día de la inauguración de su exposición en la Opera Gallery de Nueva York,  el 20 de mayo de 2021.

GettyImages

—¿Por qué volver a Matisse?

—En el camino desde Matisse hasta hoy han pasado muchas cosas, como la posibilidad de ampliar las cabezas a gran escala. Mi asistente me pregunta que por qué hago algunas cabezas con cuatro ojos, y es que también ha pasado Picasso, lo que me permite poner todos los ojos que quiera. Y los artistas matéricos, que me ayudan a usar las texturas. Esto al espectador ya no le extraña, porque esos grandes artistas están asentados en su subconsciente.

—Equipo Crónica, el colectivo artístico que usted formó en 1964 junto a Rafael Solbes y Juan Antonio Toledo, optó por una figuración pop a la que añadió un elemento de crítica política.

—Equipo Crónica nació en un momento en el que vivíamos la anormalidad de una dictadura frente a lo que sucedía en el resto de Europa. Para contar lo que queríamos, cogimos imágenes del pop y las dotamos de contenido político. Me siento satisfecho de lo que hicimos.

—Optaron por la figuración cuando la abstracción parecía la única forma de vanguardia.

—Casi todos los intelectuales aportamos lo que pudimos. Equipo Crónica lo hizo de forma directa y con mensajes claros. Pero también lo hicieron los abstractos, que tenían una implicación, aunque no tan explícita. Saura, Tàpies, tantos otros. Yo no cuestionaría su compromiso con la democracia, su manera de contar no tenía nada que ver con la nuestra.

Obra de Valdés. Retrato en blanco y rojo.

—El grupo se disolvió en 1981. ¿Qué legado le dejó?

—Al día siguiente de la desaparición de Crónica, lo primero que tuve que aprender fue a decidir por mí mismo, y ahí se produjo un vértigo. Solbes y yo, medio en broma y medio en serio, decíamos: “Pienso que el cuadro lo has hecho tú”. Lo que no era cierto, porque lo discutíamos entre todos, pero las imágenes estaban ahí. Las escalas, Matisse, Picasso, ya estaban. Las desarrollé y tomaron su camino, no planificado.

—Lo han llamado artista de rotondas, y es cierto que ha intervenido varias, entre ellas una en Valencia en 2007, antes de la crisis económica.

 —Bueno, en esa época ya vivía en Nueva York, y recuerdo la acogida, la concepción de la escultura y ponerla allí, pero después ya no hice tanto seguimiento. Fue entonces cuando empecé con las esculturas monumentales. Antes lo de las escalas era desconocido para mí. Cuando hice la de Valencia, acudí a un amigo que hace fallas y le pregunté qué tamaño debía tener, y esas fueron mis primeras lecciones. Ahora hago muchísimas esculturas monumentales y mucha obra en la calle, es casi el 50% de lo que hago.

—¿Se siente cómodo en ese terreno?

—Me gustan mucho las esculturas monumentales. En España no he hecho tantas, aunque tuve la exposición organizada en Valencia por la Fundación Hortensia Herrero, que tuvo la generosidad de regalar una de mis esculturas a la ciudad. Me apasiona cómo cambia un objeto que he hecho si lo pones en las noches blancas de San Petersburgo o en Miami bajo ese sol abrasador, en medio del tráfico o en el recogimiento de la plaza Vendôme de París. Está ese atractivo que te aporta el entorno, que generalmente te ayuda. Y todas las ayudas son buenas.

—¿Y qué reacción percibe por parte del público?

—Es muy agradecido. Una vez tuve una exposición en Nueva York en la que pusieron mis esculturas por distintas zonas, y su recepción variaba según el sitio, pero siempre con el mismo agradecimiento. En Manhattan, un desamparado que pedía limosna se puso debajo de una. Le pregunté por qué, y me dijo que era tan bonita que se sentía muy bien allí. De un tocado alguien me dice que le recuerda a Matisse y otro que a un sombrero de Lady Gaga.

“Ivy”, una obra de Manolo Valdés

—Otro de sus referentes es Velázquez, cuyas Meninas también ha homenajeado. ¿Qué le pareció el proyecto Meninas Madrid Gallery, con sus meninas de fibra de vidrio intervenidas por famosos?

—Velázquez está en mi ADN. Bueno, eso también ocurre aquí, lo han hecho con vacas y mil cosas. Forma parte de un divertimento, no les daría la categoría de arte.

—¿Es cierto que no le interesa demasiado el arte conceptual?

Me resulta difícil aceptar un arte que tiene que estar apoyado por explicaciones. La obra de arte tiene una grandeza y unas limitaciones que hay que aceptar. Algunas cosas no se pueden decir desde los cuadros. Y buscar ese apoyo para contar una idea política está francamente fuera de lugar. Si tengo que leer sobre los cuadros, paso. Me fastidia pensar que me estoy perdiendo algo.

—¿Qué arte le interesa entonces?

—No voy siempre a las novedades, por- que todo lo que empieza necesita un desarrollo. Es un error buscar que cada año aparezcan cosa nuevas. En el arte, a diferencia de la ciencia, las cosas coexisten. En la ciencia, cuando se descubre que la Tierra es redonda, la idea de que era plana acaba. Y en el arte conviven barroco, impresionismo, abstracción, aunque cada cosa sale para sustituir a la anterior, porque esa es nuestra obligación. Pero afortunadamente no es así, lo otro se queda. Por otra parte, si me las ponen juntas, yo no sabría si prefiero una escultura griega o una de Giacometti.

—¿Está trabajando mucho?

—¡Demasiado! Hay un mercado muy fuerte, afortunadamente. La infraestructura es tal que los artistas estamos agobiados de tanta demanda. Creo que tenemos más de lo que nos merecemos. Cualquier queja sería injustificada.

La Infanta Margarita realizada con pigmentos de resina rosa.

Erik LASALLE